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jueves, 28 de abril de 2016

#La Ronda 41: De Tontunas y Sin Sentidos; cuando no nos ponemos de acuerdo entre si la oferta es excesiva o insuficiente

En esta ocasión, Jorge Solana de Cerveriana (el blog donde se gritan todos los textos) se ha sacado de la manga un tema amplio y complejo para la ronda... Tanto que me niego a usar su subtítulo, y le he puesto el mío propio.

El tema en sí no es tan difícil: la fragmentación del mercado de la cerveza de elaboración tradicional. El problema radica en que las aproximaciones que se hagan sobre el mismo pueden levantar ampollas... Y bueno, aunque eso nunca me ha detenido ni me ha importado demasiado, reconozco que me voy a mover por arenas movedizas al compartir mi opinión con vosotros.

A la mierda. Si a alguien le molesta lo que sigue, que me lo razone y listos.


¿Fragmentación o Fractura?


Se habla de fragmentación del sector para reflejar el exceso de oferta diferenciada. Incluso se habla de la fugacidad con que aparecen y desaparecen productos concretos en un mercado que parece abocado a buscar lo efímero, lo breve, lo raro, lo que nadie más ha catado pero de lo que todo el mundo habla.

En resumen, se llama fragmentación al esnobismo cervecero. Un esnobismo que condiciona no solo el comportamiento del consumidor, sino que hace lo propio con el elaborador, que NECESITA crear nuevos productos para mantener el interés del comprador ávido de novedades y cosas raras. Y que también afecta al minorista, atrapado en el fuego cruzado entre oferta y demanda, que muchas veces se enfrenta a la disyuntiva entre implantar una novedad mientras hay stock, aunque no se haya creado todavía la demanda, o esperar a que haya demanda y correr el riesgo de descubrir que no hay stock.

Este modelo de funcionamiento solo favorece a un tipo de minorista: el bar multitirador, que contribuye a fracturar el mercado gracias a su capacidad para ofrecer novedades de forma casi constante, sin preocuparse de acumular un stock peligroso de una cerveza que puede no funcionar excesivamente bien. Porque el cervecero snob prefiere mil veces tomarse una pinta de una cerveza que todo el mundo critica antes que comprar la misma cerveza embotellada. Y aunque la birra no sea excelente, hay más posibilidades de que se liquide un barril de 30 litros en un taproom de diez tiradores que una caja de doce cervezas en una tienda.

Y así llegamos al verdadero quid de la cuestión:

Lo que para unos es fragmentación, para otros es fractura.

Empezamos con el elaborador modesto, que no puede permitirse el perder cuota de mercado, y tiene que entrar en el juego sí, sí o sí. Es uno de los más perjudicados, ya que en ocasiones va a tener que desviar recursos a la experimentación y la elaboración de engéndrulos birrensteinianos (©el nene, que pa eso me he inventado los palabros) cuando lo que de verdad necesitaría es continuar elaborando aquella cerveza que tan bien vende y es la base de su catálogo. Pero claro, siempre le quedará la duda de si limitándose a elaborar lo que vende bien está perdiendo presencia en los lineales. Así que se suma al carro y se lanza.

El elaborador consolidado, que tiene tres o cuatro referencias fijas con una cuota de mercado importante, puede permitirse estas veleidades de vez en cuando sin que le resulte asumir algo más que un riesgo marginal, y sin que afecte a su producción normal.

Después nos encontramos al distribuidor, que muchas veces es el primero que se la juega al incluir en sus catálogos productos que no sabe cómo van a ser acogidos por sus clientes, los minoristas. O que en ocasiones van a tener que jugar el papel de malo y primer filtro, si considera que aquella cerveza va dedicada a un modelo de explotación comercial con la que no trabaja (por ejemplo, una cerveza de aspiraciones gastronómicas no se venderá bien en una cadena de distribución que se centre en bares y comercios minoristas, y una cerveza muy experimental y efímera será siempre más difícil de colocar en un circuito de hostelería y restauración gourmet).

Ya he comentado antes la disyuntiva a la que se enfrenta el comerciante minorista, que muchas veces no sabe cómo reaccionar al aluvión de novedades que cada semana aparecen. Y quien se siente menos amenazado o afectado por esta situación es sin duda el hostelero que gestiona un bar con un buen número de tiradores... Le da igual un poco igual qué cerveza pinche: si la birra es mala la va a agotar igual que si es buena, y en el mismo tiempo, siempre que sea una novedad. Si esta no obtiene una buena crítica, con no volver a traerla asunto arreglado. Y si triunfa, en un futuro y si se sigue elaborando, se pensará si traerla.

Y acabamos con el consumidor, que muchas veces no sabe o recuerda si esa birra de Chichinabuzson de Rekjiavik (mi marca de referencia internacional) es una novedad, un restyling, una serie limitada basada en algo que conoce o la misma mierda por la que pagó una pasta hace seis meses y le provocó cagaleras durante tres días. Si es un coleccionista de etiquetas, chapas o botellas, puede que compre una o dos referencias en la tienda, y ante la duda, le hará una foto, consultará su base de datos, y cuando vuelva a comprarla posiblemente esté ya agotada. Si es en una bar multitirador, lo más probable es que le dé una oportunidad para ver si se le refresca la memoria.


¿Tiene solución esta situación?


Mejor no preguntemos eso.

En realidad la pregunta debería ser ¿de verdad alguien quiere que esta situación cambie?

Porque no nos engañemos: a todo el mundo le gusta descubrir cosas nuevas. Vale, muchas veces podemos renegar de esta o aquella cerveza que nos ha defraudado, ya sea porque su relación calidad/precio está muy descompensada, o sencillamente porque el hype generado nos ha despertado unas expectativas que no se han visto cumplidas por el producto final.

Sí, es cierto: cada vez se leen más comentarios críticos con el precio de la cerveza de elaboración tradicional. Pero los mismos que empiezan a quejarse de que encuentran excesivo pagar 3 euros de media por un botellín de 33cl de cerveza de elaboración tradicional en una tienda especializada, pagan 3,25 por una cerveza de proceso industrial en el Frankfurt del centro comercial cuando va a cenar al salir del cine...

Y son los primeros que cuando Chichinabuzson de Rekjiavick anuncia una novedad se plantan en su tienda de referencia, dando saltitos de impaciencia y con los ojos brillantes mientras le preguntan al dependiente ¿latienes? ¿latienes? ¿latienes?

Salus et Birras...

By Mikel...